Si en las entrañas de un faro colgado sobre el mar, juntas en una mañana de verano, viento y olas golpeando el acantilado, a un fotógrafo, un profesor de literatura, otro de filosofía, un farero escritor, y el notario que dará fe, el coctel resultante puede resultar embriagador. Sobre seguro no resultará aburrido.
Y si después de todo lo tratado en torno a la linterna del faro, divino y humano, se os ocurre sentaros frente al mediterráneo para degustar una paella de mariscos regada con la cerveza más fría de esta parte de la costa, estaréis sentando las condiciones del pecado.